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“Un cuerpo de mujer sin rostro, reducido a objeto de deseo, un vientre, un sexo, la hendidura de una vulva, los muslos entreabiertos, la curva de una cadera … Así es la mujer en los orígenes, la más antigua de todas, descubierta en la cueva Chauvet cerca de aviñón.” — La mujer de los orígenes de Claudine Cohen
Encontramos imágenes de mujeres hipersexualizadas, cosificadas, desde tiempos tan antiguos como el paleolítico, y esta hipersexualización ha estado presente en todas las culturas y épocas a lo largo de la historia. Sin embargo, la extensa comercialización de material pornográfico aparece en el siglo XIX durante el período de la Época Victoriana, que culmina en la distribución masiva que surge con la Segunda Revolución Industrial. La primera película pornográfica, que fue la película francesa Le Coucher de la Mariée, es de 1896.
La doble moral sexual de la sociedad victoriana y el surgimiento del cine dieron lugar a la pornografía tal y como la conocemos hoy, aunque en aquel momento era un negocio destinado a las clases altas, en las que se reprimía a las mujeres y su sexualidad, pero a los varones se les permitía recurrir a la prostitución. La pornografía surge de los roles sexuales que sitúan a los varones en una situación de privilegio sobre las mujeres y la subordinación de las mujeres a los deseos de los varones. Ellos mantenían a sus esposas en la vida privada, sometidas para darles hijos, por lo que era importante para ellos reprimir la sexualidad de ellas y, al mismo tiempo, poder ellos disfrutar de la vida pública y destinar a algunas mujeres para satisfacer sus deseos en la prostitución y en la pornografía, cuando la tecnología permitió fotografiar y grabar la prostitución.
“La pornografía es prostitución grabada. Se graba cómo las mujeres son violadas. Sin embargo, los dos conceptos se ven como realidades distintas y en países como Suecia, dónde la prostitución está abolida, se permite la pornografía.” — Sheyla Jeffreys
A inicios del S.XX se inicia la pornografía como cine comercial: películas muy breves, de apenas unos minutos y cargadas de misoginia, en las que las mujeres se muestran como objetos sexuales para el disfrute de todas las pervesiones que a los varones se le pudiesen ocurrir. Países como Inglaterra y Estados Unidos prohiben la pornografía en la primera mitad del siglo XX. En los años 60 y 70 varias leyes dan lugar a la despenalización de la pornografía en Estados Unidos entendiendo que, según la constitución, ésta estaba amparada por la libertad de exprexión. En 1969 Dinamarca se convierte en el primer país en legalizar la prostitución, lo que conllevó a la producción de varias películas en los primeros años de la década de los 70.
Este fenómeno ocurre en gran parte a consecuencia de la revolución sexual de los años 60, y se siguió desarrollando entre 1970 y 1980. La revolución sexual, lejos de contribuir a la liberación sexual de las mujeres, siguió conservando el nivel de privilegio de los hombres sobre las mujeres. Las mujeres pudieron ser activas sexualmente, pero siguieron siendo tratadas como objetos: no se crearon relaciones igualitarias entre hombres y mujeres, y las mujeres que no aceptaban las prácticas solicitadas por los varones eran clasificadas como mojigatas y se veían abocadas a la exclusión social. Todo este falso concepto de libertad sexual para las mujeres, no sólo contribuyó a la industria de la explotación sexual, sino que la convirtió en objeto y símbolo de esa liberación. La prostitución pasó a llamarse “trabajo sexual” y la pornografía se convirtió en un fenómeno de masas al alcance de cualquiera y considerado, incluso, arte y cultura.
La revolución sexual tiene sus años de esplendor en el auge del neoliberalismo que instauró ideas como que no existe el concepto de sociedad, sino sólo hombres y mujeres, y que cada individuo es libre de decidir. Esto destruye la idea de que los grupos oprimidos existan, lo que afecta especialmente a las mujeres y al feminismo.
En 1970 las feministas radicales de la segunda ola entendieron que las violencias sufridas por una mujer no eran violencias individuales, sino que nos afectan a todas, y bajo el título “lo personal es político” propagaron las ideas de lucha feminista colectiva. Fueron las principales oponentes a la pornografía en un movimiento liderado por Andrea Dworkin y Catharine Mackinnon. Entendían que la pornografía era violencia sexual hacia las mujeres que eran violadas, cosificadas y humilladas a través de la misma.
“Cualquier violación del cuerpo de una mujer puede convertirse en sexo y placer para los hombres; esta es la verdad de la esencia de la pornografía.“ — Andrea Dworkin
En contraposición, la tercera ola del feminismo, en la década de los años 90, permanece inerte ante el neoliberalismo y se deja embaucar por las ideas patriarcales de la revolución sexual. Se considera el feminismo una cuestión individual de cada mujer y se defiende la prostitución y la pornografía como una elección personal de cada una, como “empoderamiento sexual”. Así, la pornografía empieza a distribuirse en DVD, aumentando significativamente su consumo, en una sociedad que ya había alcanzado altas cotas de permisividad y tolerancia hacia la prostitución grabada.
Desde ese momento, la expansión de la industria pornográfica ha sido imparable, siempre han sido pioneros en las nuevas tecnologías que permitían llegar a más varones y crear nuevas generaciones de porneros adictos a la pornografía. De esta forma, la industria pornográfica fue de las primeras en invertir en Internet, y a través de la red, la pornografía llega a todo aquél que quiera tener acceso a ella. Es un negocio multimillonario. El 30% del tráfico en la red es pornografía. De hecho, el tráfico de esta industria es mayor que las visitas combinadas a Amazon, Netflix y Twitter.
Con la distribución a través de Internet, la pornografía está al alcance de todo el mundo y sin el más mínimo esfuerzo. La industria del sexo pone a disposión de los jóvenes vídeos pornográficos gratuitos en las más de 4.500 millones de páginas activas. La pornografía genera adicción y la industria de la explotación sexual lo sabe. Muchos de esos jóvenes en la edad adulta accederán a los contenidos de pago y seguirán incrementando las multimillonarias ganancias de la industria del sexo.
Se ha normalizado de tal forma el consumo de pornografía que apenas cuenta con rechazo social. Hay debates sobre la prostitución y su posible legalización o abolición, pero en el caso de la pornografía, que no es más que la la prostitución grabada, su producción está amparada por la libertad de expresión, por considerarse una fantasía propia de una producción cinematrográfica y por la alta tolerancia que la sociedad ha creado a las violencias contra las mujeres.
Desde el feminismo, y ya desde desde 1970 con el movimiento antipornografía de las feministas radicales de la segunda ola, hemos argumentado que la pornografía es violencia contra las mujeres. Nuestras antecesoras definieron la pornografía como la representación gráfica del sexo explícito dirigido a los varones mediante la explotación y subordinación de la mujer. Y, en esta, línea refutaron los argumentos patriarcales a favor de la pornografía que debemos recuperar para continuar su lucha, combatiendo al neoliberalismo y al “feminismo” liberal de la tercera ola.
- La pornografía no es fantasía. Es prostitución grabada. Las mujeres son violadas, degradadas y humilladas realmente. Y sufren los mismos traumas que las mujeres víctimas de prostitución o cualquier otro tipo de agresión sexual.
- La pornografía no es libertad de exprexión, porque ninguna forma de violencia lo es. Del mismo modo que no defendemos a una manada de violadores en nombre de la libertad de expresión, no podemos hacerlo con los pornógrafos que graban cómo varios hombres violan a una mujer.
- La pornografía contribuye a la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual. La gran demanda de pornografía no se puede abastecer sin trata, al igual que ocurre en la prostitución. Las mujeres son traficadas para satisfacer la demanda de puteros y porneros.
- La pornografía se alimenta de los roles sexuales que mantienen a las mujeres subordinadas a los hombres y cosificadas como objetos sexuales a disposición del varón, al mismo tiempo que los fomenta y propaga e inclulca la cultura de la violación. La pornografía educa sexualmente a los niños y jóvenes en la violencia sexual, en la dominación sexual de las mujeres.
- No hay libre elección para las mujeres en la pornografía como no la hay en la prostitución. Las mujeres que entran en la industria del sexo lo hacen traficadas o motivadas por necesidades económicas así como engañadas o coaccionadas.
“Una vez que has firmado el contrato, que estás en el set, tienes 18 años, vienes de alguna parte de Centroamérica ¿Crees que sabes lo que va a pasar en ese set? No tienes ni idea. Tienes 18, estás rodeada de hombres, tienes una cámara en tu vagina, otra en tu ano, tienes a tres hombres metiendo su pene en cada orificio llamándote guarra, puta, zorra. ¿Qué poder tienes en ese momento? Porque no es lo que pensaste que pasaría. Nadie habla de eso.” — Gail Dines

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